Entró a la sala sin expectativa alguna.

Iba con ella, la futura madre de su hijo. En ese entonces era su tercera cita.

Le llamó la atención el póster, el traje de la protagonista: se parecía al de Bruce Lee, cuyas películas había visto en canal 5 en su tierna infancia.

Aún recuerda que se quedó pasmado con aquella violencia tan bellamente dirigida. No lo podía creer. Nunca había visto nada igual. Su novia tampoco, aunque ella se reservó el entusiasmo que él desbordaba.

No tenía idea de que existía un tal Quentin Tarantino, pero a partir de entonces vio todas sus películas, una y otra vez; las que pudo, las recientes, en el cine. Kill Bill la ha visto más de diez veces. Ahora entiendo por qué.

Eso me dice Marco Ascencio Verazaluce, metalero de cepa, ilustrador. Fan de los Bills. Tremendo amigo. Padre de un hijo hermoso que ahora es mayor de edad. Eso me dice a razón de que de ese mismo modo, sin expectativas, entró a ver la película Mickey 17 de #BongJoonHo. Estaba extasiado y no paró de recomendármela, al grado del acoso. Me dijo que tenía que verla y reseñarla en este espacio que es de todos ustedes. Le dije que ya la tenía en la mira, que pronto lo haría. Lo mismo que con Novocaine Movie la cual veremos juntos.

Fue que me confesé. No sé por qué salió el tema, pero se lo dije: Apenas vi Kill Bill, broder (la primera y la segunda parte. Gracias, MUBI). Esa misma confesión se la hice a otros dos amigos, ambos seguidores de la filmografía del oriundo de Tennesse cuya barbilla se pronuncia en el horizonte. Les dije que de las de Tarantino eran las únicas que me faltaban por ver. Les dije que quedé como idiota desde la primera secuencia de la primera parte. Qué pedo con el manejo de la tensión, con el ritmo de las actuaciones. Diálogos que ya quisiera Shakespeare. La puesta en cámara. Cómo hacer de una escena donde hay cereal infantil una cosa ultraviolenta. Quedé maravillado, como estúpida. Ahora entendí. Entendí (y no me alcanzará aquí el espacio para exponerlo) por qué tantos pósters, playeras y demás parafernalia en torno al personaje que interpreta Uma Thurman. De quien surgió la idea y que, junto a Quentin, le llamaron La Novia.

En conversación con Charlie Rose, Tarantino narra cómo abordó la escritura de ese guion. Como una novela. Como si estuviera afrontando un proyecto literario. Luego, admitió, hubo de adaptarse a sí mismo durante el rodaje para que fuera un guion. Pero que simplemente no podía dejar de escribir. Ese ímpetu que a algunos nos invade. Esa hambre. Yo babeaba al oírlo decir eso y me pasó lo que suele pasarme: quise ver y leer todo sobre él. Descargué los guiones -que seguramente son las versiones con las que filmaron-, guardé entrevistas, conversaciones, todo aquel documento que me diera las pistas del proceso creativo de ese maldito genio por todos conocido.

Recordé entonces el triste momento en que, en un Sanborns, a mitad de precio, vi la novela de Érase una vez en Hollywood y me dije: Nah.

Pagaré caro mi arrogancia.

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