Al final no dejó la lluvia
de caer
cada g(n)ota sobre un techo de lámina
perenne
baldosas que hicieran latir el corazón
m á s l e n t o
ritmo roto por el estridente maullido
de un gato
que no es tuyo (¿qué lo es?)
déjame entrar, te dice
déjame entrar, parece
decir(te).

Para qué, le dices.
Para qué.
Solo déjame, te dice.
Solo déjame.

La araña que tendió su red
entre dos cactos
yace en ella muerta.

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