Tenía heridas en los puños. Ah chingá, me dije, pos a quién le pegué (en su cara fea). A nadie. No esta vez. Luego recordé el crowdsurfing. La forma en que aquellos jóvenes volaban sobre nosotros. Sobre el Emmanuel y yo, quien me cuidó las espaldas todo el concierto (con su gran cuerpo). Lo aprecio. Somos el #drumteam con el tío Asedio. A veces es mi sugar (y yo su bich). Él terminó harto; yo nunca había visto-sentido a tantos weyes aventándose así. Una hora esperamos para verlos. A Deafheaven, por quienes compramos nuestros boletos a meses sin intereses. En lo que esperamos de pie, con whiskito inofensivo en mano, sonó Crumb en el escenario de al lado. No tenía el gusto. La batería sonaba a gloria, pero el bajo se pasó de verdolaga: tocaron unas rolas poderosísimas que invariablemente te hacían mover los hombros, las rodillas, un poco el culo. Todo sin moverse de lugar. Las últimas dos, sin embargo, ya nos habían empalagado. Los integrantes de Deafheaven se desplazaban como espectros entre las tinieblas del escenario que teníamos en frente, calando que todo estuviera listo (y la gente se emocionaba y les gritaba al verlos). Lo mismo hacían los ingenieros de audio. Todo pa qué: pa que la chingada voz del pelón sabroso que tienen por vocalista no sonara el 98.8% del puto concierto. Honraron el nombre del grupo. Una verdadera tristeza, dijo un sujeto que se parecía a mí, pero pintado de esqueleto, de pie apretadísimo -como todos- a mi lado derecho. Eso no detuvo a esos jóvenes veinteañeros que fueron a verlos y que estaban pinches ávidos de sacudir esos cráneos y el cuerpo todo; ávidos de gozar la tocada. Los tracks de esa obra maestra llamada Lonely people with power devastaron todo alrededor. Una morrilla y su vato, muy fresas ellos, se sacaron de onda cuando el desmadre se armó. Yo mismo me saqué de onda al verme hasta adelante, bien prendido, saltando con la chaviza, mateando la nula mata, pretendiendo hacer slam. Wow, qué vivos nos sentíamos a pesar de que el sonido era un infierno. Por ahí alguien cantaba las rolas y se llenaba ese vacío. El respetable gritó, en español, unas tres veces al finalizar tres canciones, SÚBANLE A LA VOZ. En la última el pelón sabroso alzó el micrófono, el atril, haciendo literal la petición (la voz arriba). Una broma que no me vino muy bien, pues quería decir que entendía el reclamo. Pinche wey, de no ser porque en efecto está muy sabroso y canta muy cabrón, la gente lo habría abandonado. Luego prometió a su público mexicano que la banda volvería pronto, en solitario. Por primera vez. Un tanto exhaustos, el #drumteam nos movimos a un lado para ver a AUSTIN TV, la otra banda por la que fuimos al Hipnosis. Si bien el Emma y otros mamadores que estaban a la redonda aseguraron que tuvieron fallas técnicas, su música fue para mí un bálsamo. El justo reposo luego del tornado.

Fotos: Tomadas del feis del festival Hipnosis.

Deja un comentario