Les conté que, 25 años atrás, cuando conocí a Frida en la secundaria, la maestra Arely Cruz Montes -quien nos había dejado leer Aura y Las batallas- nos dejó hacer un cuento sobre el Día de la bandera. Les conté que me había aventado unas 3 o 5 cuartillas (probablemente el primer cuento que pretendí escribir en mi vida) de pura y enloquecida inmundicia. Una labor que se me escapaba por completo de las manos, que en ese momento era incapaz de urdir (probablemente aún lo sea). Frida, por su parte, llevó un cuento sencillo, del que recuerdo a sus dos niños protagonistas. Amiga y amigo. En una cuartilla a lo mucho. La maestra la felicitó ante el grupo. Le aplaudimos. De su texto recibí -muy temprano, por fortuna- la primera y más importante lección de #escritura: menos es más. Cuanto más sencillo, mejor. Más contundente, más cercano, más humano. Les conté que por eso me interesaba que Frida, mi mejor amiga, asistiera al taller que imparto con Dom DeLa Mora los fines de semana. Cuando leyó su texto, todos entendieron por qué.
Gracias por tan chingonas fotos, Yazz Martínez. (Y también por tu amistad, que igual ya tiene sus buenas dos décadas.)














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