Alrededor no había nadie. ¿Cuánto tiempo llevaría ahí? Frené con los dos frenos y dejé la bici a media calle (llena de baches). Corrí hacia ella. Escuché el golpe mientras pedaleaba: pinche trancazo que la tenía ahí en el suelo, tirada, entre un carro y la banqueta; la sangre le cubría la mitad del rostro. No se quejaba. Señora, señora, le dije, y despacio saqué la pierna que tenía atorada. No se quejó. Ay, mijo, dijo, te voy a manchar toda tu ropa. No se preocupe, doña, no se preocupe. La tomé por la espalda, le pedí que me agarrara con fuerza y de un impulso la levanté. Detrás de mí estaba su silla de ruedas. Más bien parecía un carrito en el que la mujer tenía algunas bolsas de plástico con quién sabe qué. ¿Vive por aquí?, le pregunté. Sí, me dijo, allá al fondo, y con la cabeza señaló el final de la calle. ¿Quiere que la acompañe? No, mijo, no quiero ir para allá. Todavía no me quiero meter. Y las lágrimas comenzaron a brotarle; se empezaron a mezclar con la sangre que manaba de la herida que se había hecho en la ceja derecha. Deme chance de ir por una gasa y alcohol para limp/ Acá traigo agua, mijo, dijo la señora, y de uno de los bolsillos de su sucio suéter sacó un rollito de papel, que mojó, y comenzó a limpiarse. ¿Hace cuánto que no se bañaría o lavaría su ropa por la escasez de agua en la colonia? Permítame ayudarle, le dije, y con la húmeda bola de papel crucé los surcos de ese rostro cuya piel estaba apaleada por el sol y por la edad. Esa es mi marca, dijo luego, y señaló una raya negra que había en la pared. Ahí me pongo todos los días. ¿Vive sola, tiene hijos? Sí, mijo, de hecho viven por aquí, pero casi no me vienen a ver. En torno seguía sin pasar nadie. ¿Cuánto tiempo pudo haber pasado esta señora ahí tirada sin que la auxiliaran?, me pregunté cuando, de pronto, se sentó en su silla de ruedas y comenzó a avanzar sin despedirse. A la breve distancia, una camioneta 4×4 venía a toda velocidad. Rompió el silencio. Sin importarle, o sin escucharla o sin verla, o quizá a sabiendas, la señora cruzó la calle. Mi bici seguía ahí en medio.

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