Hasta que todas las flores se marchiten
y agachen sus cabezas
frente a ti.
Hasta que la música guarde silencio
–lo mismo que los pájaros,
y en el cielo se divise
el infinito.
Solo entonces
el infierno detendrá su maquinaria
y volveré
a ser capaz de sonreír
un día sincero;
a deleitarme con los goces que la vida
había escondido
para mí.
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