Cuántas veces he pensado en vengarme.
Cuántas en abandonarlo todo.
«La tranquila vida de Dwight, un vagabundo, se trastorna al ser informado de espantosas noticias». Tras leer estas palabras, de la sinopsis que ofrece la Cineteca Nacional, acepté de buena gana la invitación para ir a ver esta película. No lo pensé dos veces porque uno de mis deseos, no, perdón, una de mis expectativas de vida tiene que ver con convertirme en vagabundo un día de estos, así que todo lo que tenga relación con esa aspiración me interesa.
Sólo que, como bien dijo mi acompañante (quien me invitó el boleto porque yo no tengo dinero), hay de vagabundos a vagabundos: no es lo mismo serlo en el gabacho que en Ecatepec. Allá, como esta película nos muestra, tienen chance hasta de bañarse en casas ajenas sin pedir permiso. Acá a veces se bañan, con sus familias o en casashogar, pero el resultado final, de la apariencia del indigente en cuestión, nunca deviene en un hipster como el de esta película. O tal vez sí. Qué chingados sé: en el centro del DF había un vagabundo europeo (que por cierto ya no he visto) que seguro se vería como cualquier estrella hollywoodense después de un lavado facial. Lo bueno es que el personaje central de este filme pronto deja de tener esa apariencia que tanto instó a mis prejuicios, pues de alguna forma, a mi parecer, termina por arruinar cierto poder de esta película que, en efecto, posee momentos de muy alta tensión, como dice por ahí alguna frase promocional de la película.
Cuántas veces he pensado en vengarme.
Cuántas en abandonarlo todo.
Otra frase que resume parte de todo es Revenge come home. Recordé que alguien hace no mucho me dijo que yo, sobre cualquier cosa, era vengativo y rencoroso. Le di la razón de la primera y le dije que la segunda era casi lo mismo. Diré que a esa persona apenas la he visto unas siete veces en mi vida. No me conoce, pero dijo que eso se me notaba. Así que, desde los primeros minutos de esta cinta, titulada originalmente Blue ruin (2013; acá llamada Cenizas del pasado), me conecté de inmediato con el personaje: un hombre no muy viejo que vive en su automóvil, en las orillas de un camino, y que en el asiento trasero del auto, entre la parte superior y el vidrio, tiene algunos libros. Los lee en las noches con ayuda de una lámpara. No se alcanza a ver qué es lo que lee. Dudo que a Jonathan Franzen. O tal vez sí, por aquello de su apariencia hipster. El hombre distribuye sus cosas por todo el interior del vehículo, las indispensables. Y, colgando en el cuello, lleva la llave del auto.
Todo lo que me gustaría poseer.
Todo lo que un hombre necesita.
Es así que Dwight recibe la noticia que le hace abandonar eso que acabo de mencionar, eso que muchos dirían que es nada, y se encamina de vuelta a casa para perpetrar una venganza pendiente que involucra, desde luego, a su familia (otra cosa que también tiene). ¿Pues qué otras cosas son motivo de chingarse al otro por algún acontecimiento del pasado? Sí, olvidé a aquellos a los que les interesa el dinero. Y a los que pensamos en la justicia social. Como sea, la venganza es una condición, al parecer, inmanente en el ser humano. Una ley casi tan poderosa como la gravedad. Quizá más. Y que sujetos como Dwight o cualquier malandro en Ecatepec podrían llevar a cabo con la mismas o mayores dosis de melancolía y dolor. La fotografía y esos asuntos que desconozco le dejan a la cinta, al menos a mi yo espectador-vengativo, esa sensación triste y con cierta rabia de una cosa que inevitablemente crece dentro y que necesita ser encendida para explotar. Me hizo pensar, gracias a esos momentos de tensión, que todo iría cada vez a peor, que la indefensión del personaje, al no tener nada ni a nadie, iba a llevarlo inevitablemente al más culero de los desenlaces, y que la muerte sólo sería su salvación. Que suplicaría por ella.
Pero eso no ocurre.
De pronto las cosas se ponen a su favor y eso le da en la madre a Blue ruin. Este hombre desdichado consuma de pronto sus acciones con una muy fortuita y gacha suerte de principiante. Por ejemplo: en un momento Dwight visita a su hermana cuando ya todo está valiendo madres, cuando la venganza está en marcha, para pedirle ayuda. Ella se la brinda, gustosa, y le dice algo así como:
«Te perdonaría si realmente estuvieras loco, pero sólo eres un cobarde».
Quizá la mejor línea del guion.
De ahí algunas otras cosas rescatables, momentos de humor muy fallidos (a mi parecer), otros de mucha tensión que intentan recuperar algo del territorio perdido.
Cuántas veces he pensado en vengarme.
Cuántas en abandonarlo todo.
Salí de la sala con esas dos ideas en mente. Insatisfecho, sin duda y sin embargo. La película no es mala, no, pero me quedó a deber. (De nuevo incurro en el error de esperar algo de la gente o de las cosas. Hablo de expectativas, no de recompensas.) Como dicen algunos, la historia se les salió de las manos. Al director, al guionista, a todos. Esto era algo que se apreciaba mucho más grande, mucho más hondo. Casi lo logran. Pero cae porque siento (así lo había propuesto la cinta en un principio) que vengarse no es cosa fácil.
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