Observo al Cristo negro incrustado en el parabrisas. Es una figura enorme e inmóvil que salvaguarda la fe y la seguridad de los pasajeros que viajamos en este camión cuyo letrero señala «Cerro x Laboratorios». Llevamos media hora de camino para una distancia tan corta, la que hay entre el metro Carrera y la Vía Morelos, sobre la avenida Centenario. Es de mañana, cualquier día entre semana, y a esta hora el tránsito es muy amable pero el chofer se rehusará a él y la mayoría del camino no pasará de los 20 kilómetros por hora. Observo los peluches que protegen los bordes de los espejos retrovisores, las estampas en el tablero, los crucifijos más pequeños colgando. Observo al chofer. Manda mensajes con su móvil mientras conduce; lo observo cambiar un CD de norteñas, subirle al volumen, bajarle al volumen y luego marcarle a una mujer. Apenas y toca el pedal del acelerador. En el autobús no superamos las diez personas, quienes hemos pagado 13 pesos de pasaje. Nadie dice algo. Me preparo por si hay un choque o un asalto, y coloco mi mochila en el suelo. Quizá sea yo el único que empieza a preocuparse por eso, pero sobre todo por el tiempo, así que le mando un mensaje a Yahir, una de las dos personas que entrevistaré hoy. Él es bajista y vocalista de la banda metalera Metnal, grupo que comparte con su hermano menor, Jesús, quien aquí toca la batería. Lo mismo hacen en Descuartizados, otro grupo de metal que han formado juntos, aunque ahí Yahir solo cante. Grite, como se dice por estos rumbos del death metal-grindcore. El chofer del camión, quien no debe superar los 22 años, cambia su disco por uno de bachatas. Sube el volumen y le mete pata. Luego baja al volumen, baja un poco la velocidad y marca. Habla con su chava. Cuelga. El cacharpo le grita al pasaje para que suba, luego se quita la chaqueta que lleva puesta y deja ver una playera blanca de tirantes. Sobresale su panza. Se recuesta en el asiento detrás del chofer, se echa una jetita cubriéndose con su chaqueta [de cuero, café] y de pronto desaparece de mi visión. Yahir me contesta que no hay problema. Que me espera. Cuando llegue a su taller mecánico en Ciudad Cuauhtémoc, dos horas después, hora y media más tarde de lo acordado, me dirá que esos camiones suelen demorarse. «Lo mejor es venirse por Mexibús», me dice una vez que llego al lugar que me indica, un Cebetis frente a un mercado. Me consuela un poco ser su cuate, me exculpa, porque de otro modo la entrevista no habría podido ser dada mi tardanza. De cualquier modo mi historia bien podría sonar a pretexto: llegadas las dos horas y pico de camino, me bajé del camión cuando sentí que ya estaba más cerca: hay un Elektra entre las estaciones Cd. Cuauhtémoc Sur y Norte del Mexibus, y la calle que circunda esta tienda nos ha llevado a mi banda y a mí a tocar ya varias veces en las inmediaciones de esta colonia ecatepense. En estas visitas a Ciudad Cuauhtémoc habíamos notado una peculiaridad no documentada: de las calles de pronto emergen abismos. Hoyos enormes en los que si alguien cae seguro muere, se parte la madre o de menos no sale. Hoy no encuentro uno, por más que lo busco, lo único que hallo son pequeños terrenos baldíos donde arrojan cadáveres de perros. Observo dos cuerpos tiesos, pudriéndose. Llevan ya un rato ahí, su pestilencia abarca varios metros. Camino, y de pronto extraño al camión. Supongo que es ese síndrome de Estocolmo. Compro un agua. Camino media hora bajo el sol del mediodía de este municipio mal gobernado por el PRI, el más peligroso del país. Llego a una esquina donde hay un puesto de periódicos. Hay un folletín local que en portada destaca una balacera de la noche anterior en calles aledañas. Compro un cigarrillo, lo fumo y tras pisarlo abordo una combi para llegar al Cebetis. Aquí hace más calor que en el mismo infierno. El sol tiene menos piedad que el Diablo y golpea con sus rayos impunemente este sitio olvidado por Dios. Al borde de la insolación saludo a Yahir cuando llega. Lo acompaña Pery, joven que apenas supera la veintena de edad, metalero recién converso, alto, fornido, trabaja junto con Yahír en su taller mecánico: Servicio Ramos, especialistas en transmisiones automáticas y en direcciones hidráulicas. Tenía un buen rato que había recibido la invitación de este hombre de acudir a su taller. Varios años, en realidad, cuando él tocaba con The Light of Dark y escuchó el demo de la banda donde toco. Y es que en este sitio de Ciudad Abismo, además de su taller tiene su cuarto de ensayo. Es lo primero que veo tras saludar a su hermano Jesús: se trata de un cuarto lo suficientemente amplio como para albergar una batería, unos gabinetes, herramienta. Una habitación repleta de pósters, aunque antes había más, me cuenta Yahir mientras le pide a Pery que se lance por una coca. Mientras tanto me muestra su taller y yo voy sacando la cámara fotográfica.
Su hermano Jesús sale del cuarto. También trabaja en este taller. A él ya le había planteado una entrevista. Justo la idea surgió porque ahora él toca con los Rebel Cats, donde se hace llamar Chucho Tormenta. Pero hasta hoy, dentro del cuarto de ensayos, es que iniciamos la conversación.
Saco mi libreta y en mi lista de preguntas tengo: ¿Qué saben de los abismos?
No hago esa pregunta.
Me siento frente a los dos hermanos músicos [Yahir, de 39 años, toca el bajo, la guitarra y es vocalista; Jesús, de 24, toca la batería, la guitarra, el bajo, el piano, el saxofón, la armónica…]. En su familia son los únicos músicos.
YAHIR
Desde que estaba chico ya tenía la inquietud por tocar. Acababa de salir de la primaria y ya quería tocar. Pero en ese entonces, estamos hablando de hace más de 25 años, los jefes de antes no eran así de «voy a estudiar música, sí vete a la escuela», no. Antes los jefes eran más estrictos y procuraban que tuvieras una educación diferente, una carrera de abogado, de otra cosa. Desafortunadamente yo pude tocar un instrumento como a los 16, 17 años, por lo mismo de que no había el apoyo. La economía, la falta de recursos. Es más, en ese entonces era muy difícil encontrar a alguien que te enseñara a tocar la guitarra o el bajo. Yo empecé tocando la guitarra acústica. Una vez un cuate me dijo: sabes qué, ya tenemos dos guitarras, vamos a hacer una banda, ¿pero quién toca el bajo? Toca el bajo tú. Hasta que creces empiezas a trabajar y dices ya me compro un instrumento o empiezas a rascarle por aquí y por allá: encuentras a este cuate que sabe a lo mejor un poquito más y te enseña algunas notas, te enseña algunos acordes.
A Yahir le tocó una época difícil de la economía mexicana en su juventud. La devaluación del peso en los noventa, el desempleo que aún persiste. Estudió mecánica en Cedva Ecatepec y para él fue muy difícil hacerse de un trabajo bien remunerado para comprar sus cosas. Eso aunado a la separación de sus padres y a los excesos del alcohol «empiezas a hacer cosas que no tienes que hacer. Tus metas las cortas», me dice. Su trayectoria, pues, la inició con una banda de covers cuando tenía 19 años. Un maestro cristiano le enseñó a escondidas «porque no tienen permitido enseñarle a cualquier gente, nada más a los de su congregación». Ese hombre estaba familiarizado con el bajo y le enseñó a Yahir ciertos trucos que ahora domina en sus bandas de metal, género que escuchó desde la secundaria, aún cuando también se iniciara con los Doors o con Creedence. El hermano mayor de un amigo suyo en aquellos años de adolescencia escuchaba Carcass, Cannibal Corpse. «De ahí yo me salté, ya no escuché a Iron Maiden, AC/DC, el heavy metal yo no lo escuché. Del rock yo pasé al death metal.»
YAHIR
Desde chavos estuvimos viviendo aquí. Cuando mis jefes se separaron jalamos con mi mamá todos. Yo tenía 3, 4 años, estaba chico. Nos fuimos a vivir a Coacalco, ahí estuvimos unos 3, 4 años. Y regresamos. Pero ahí en Coacalco fue cuando empecé a agarrar el instrumento. Allá había bandas, aquí no había ninguna. La única banda que nosotros conocíamos aquí era una de rock urbano que todavía sigue rolando: los Tuzos. Y había unos que se veían bien metaleros y tocaban cumbia, se llamaban Los inercia. Y ya de ahí… cuando regresé para acá ya venía yo con un poco de escuela de música y de ganas. Tuvimos una banda que se llamaba Eufórica, con esa banda tocábamos covers y originales. Tuvimos un segundo lugar en los concursos que hacía Babel en ese entonces, de los primeros, cuando todavía no sabíamos que era puro lucro. De ahí me aventé unos cuatro, cinco años tocando covers.
JESÚS
Hubo un tiempo en que Yahir vivía aquí y yo me venía los fines de semana o vacaciones, y me venía a trabajar pero me acuerdo que Yahir me sentaba en un sillón y me decía «tienes que hacer esto en la guitarra y no te vas a parar de ahí hasta que lo hagas». Y no era una hora o dos, era todo el día, desde las 10 de la mañana hasta las seis de la tarde. Me acuerdo mucho de eso, eso fue lo que empecé a hacer. Me llamaba la atención pero nunca lo quise tomar en serio, estaba chico, tenía 10 años. Lo hacía, con eso me entretenía. Después yo me fui a vivir con mi mamá a Morelos. Un día mi mamá vino, regresó a Morelos y me llevó una guitarra que me había regalado Yahir, una acústica. Entonces mi mamá me dijo «cómo la vas a tocar aquí, no hay con quien», y me metió a una estudiantina cuando iba en sexto de primaria. Lo que aprendí aquí en realidad fue digitación y todo eso, que yo creo que lo que más me sirvió y estando allá aprendí a hacer acordes, a convivir musicalmente con otras personas.
Jesús creció escuchando la música que escuchó su hermano mayor. No tenía inquietud por hacer una banda o por un género en específico, aunque ahora sea capaz de tocar desde rockabilly hasta grindore. Tenía otras actividades: jugaba basquetbol, estuvo en la banda de guerra enseñándoles a tocar, fue el director del grupo de música de la secundaria… tenía muchas cosas que hacer. Se interesó en hacer un grupo cuando regresó de Morelos. Estuvo en Coacalco, entró a la secundaria y ahí tuvo problemas con el maestro de artística «no nos enseñaba como era y yo les tuve que enseñar a los chavos». Este profesor se burlaba de él porque en el otro grupo ya había una banda de alumnos. «Me decía que si yo era muy chingón por qué no tenía mi banda». Un día organizaron una actividad donde los alumnos tenían que crear su banda ficticia y presentarla ante toda la escuela. Jesús no la tenía y fue sólo a hacerle al cuento, vio a la banda del otro grupo y pensó que si ellos podían, él mucho más.
JESÚS
Yo creo tenía unos catorce años, quince a lo mucho, y me vine a vivir aquí con Yahir, empecé a trabajar y empezaron a venir más amigos, y empezaron a venir personas que querían hacer bandas pero no tenían con quién…
YAHIR
Pero antes de eso ya habías tomado clases con Alonso.
JESÚS
No… Ah no, sí sí. Antes de eso ya había tomado clases de guitarra con Alonso, que es el guitarrista de una banda que tenemos [Metnal]. Yo tenía 12 o 13 años, no me acuerdo. Nos daba clases a mí y a otros dos dones. Lo que me dí cuenta fue que nunca a nadie le interesó aprender bien desde el inicio, o sea, desarrollar el músculo de los dedos, a nadie le interesaba. Todos los que entraban ya querían rockear. Agarrar tu guitarra y ya empezar a tocar. Yo creo que eso fue lo que me sirvió desde que me empezó a enseñar Yahir, que primero tienes que tener una disciplina en los dedos. Alonso me enseñó muchas cosas.
YAHIR
¿La primera vez que tocamos con los Descuartizados cuántos años tenías?
JESÚS
Ah, pero una vez, con una banda de covers que tú tenías me eché un palomazo. Fue la primera vez que toqué, en la casa de la que ahora es mi esposa.
Las fechas y los datos de pronto se cruzan. El propio Yahir lo nota y lo advierte. Es natural. Así que proseguimos la charla en la quietud del cuarto de ensayo. En ese momento Yahir me cuenta que se casó a los 22 años. Me cuenta cómo es que antes de eso tomó clases de guitarra con el hermano mayor de uno de sus amigos, durante la época en que explotó el thrash metal junto con sus pantalones entubados y parches en chalecos. Aprendió a leer música aunque también había desarrollado su técnica mediante la empiria. Hace tres años retomó sus clases de bajo, pero por el trabajo, la familia [tiene hijos] y demás ocupaciones lo obligaron a abandonarlas nuevamente. Jesús, al igual que su hermano, comenzó a desarrollar su técnica con amigos, tocando canciones complicadas de metal. Ambos coverearon a Metallica [por donde, al parecer, todos comenzamos], y poco a poco fueron consiguiendo tocar material más complicado. Nunca pisaron una escuela de música. Aprendieron con amigos que tenían métodos aprendidos en Bellas Artes o en el Conservatorio. No fue necesario.
Les pregunto sobre el lugar donde estamos. El taller.
YAHIR
Me metí a trabajar a un taller de carrocerías de autobuses, medio año, un año. De ahí salí para meterme al Cedva. De ahí tuve la oportunidad de comenzar a trabajar en un taller. Estuve como 10 años trabajando en ese taller. Anduve trabajando en talleres y ya cuando me casé tuve la oportunidad de hacer mi taller.
Eso a los 22 años. El espacio donde estamos conversando, donde ensayan, es suyo, lo puso con ayuda de su esposa, tiene unos nueve años. Previamente lo hacían en sitios más pequeños.
JESÚS
Acabando la secundaria me vine a vivir para acá porque pensé en hacer otras cosas. Dejé a un lado lo de seguir estudiando porque me metí a lo de la música y me metí a trabajar aquí. Estaba tocando, estaba trabajando y pues se va el tiempo muy rápido. Tuve un hijo muy chico [a los 17], entonces mi prioridad fue trabajar. Entonces formalmente llevo trabajando aquí desde los 16, 17 años.
El trabajo en este taller, este oficio, les ha permitido sobrevivir a ambos. Porque la música no da para eso. Chucho me lo dice, él, quien toca en un grupo reconocido, que se codea con los grandes del rock nacional:
JESÚS
Conozco dos personas que sobreviven de la música. De la música nunca vas a sobrevivir. A menos que seas un músico, una banda muy grande, no sobrevives de la música. Debes de tener otra alternativa, más si ya tienes familia.
YAHIR
Tocando metal llevo unos quince años, más o menos. Aquí en México las bandas de metal no sobreviven, para nada. No hay dinero en el metal, para pronto. Nosotros tocamos por gusto, siempre ha sido eso. Y creeme, desde que empecé a tocar un instrumento, yo ya estaba bien consciente de que en el metal no había lana. Ni en el rock: como dice Chucho, son pocas las personas que conocemos que viven de la música y aún así se las ven bien duras. Casi la mayoría de músicos del metal mexicano tenemos que trabajar para solventar la banda que tenemos. Sin el trabajo no subsistimos.
El taller les ha dado a Yahir y a Jesús el equipo que tienen aquí para ensayar.
JESÚS
El taller nos ha ayudado al cien por ciento. Primero tienes que ver qué vas a comer. No sobrevives del rock ni del metal.
¿Confluyen en algún momento las actividades, los oficios de la mecánica y la música? Los hermanos opinan un poco distinto: Yahir cree que son mundos completamente distintos. Fue la única opción que tuvo para sobrevivir. El dinero que comenzó a tener lo gastaba en playeras, discos, casets, aunque trajera la ropa, los zapatos rotos. No fue lo que le gustaba naturalmente. Es más, no le gusta manejar, no le gustan los autos. Su oficio lo ha visto como la fuente de ingresos, nada más. Jesús cree que en la música y en el trabajo obtienes beneficios similares: las retribuciones. Si trabajas puedes comprarte algo, si tocas la gente puede aplaudirte. Satisfacciones distintas pero satisfacciones al fin. ¿Que si pensaron en hacer otra cosa? Yahir quiso entrar al ejército cuando estaba chavo, cuando saliera de la secundaria. Si uno lo ve ahora, un tipo robusto, rapado, con indumentaria militar, muy usada por los metaleros, uno se lo cree completamente. Nadie se imaginaría que había sido un joven de carácter apacible que tuvo que entrar a una escuela especial casi militarizada «para formar carácter». Jesús, en cambio, nunca pensó en otra cosa y cree que lo que está haciendo es lo que tuvo que haber hecho: estar en la música, tener una familia.
No les pregunto sobre los abismos. No precisamente. Pero sí sobre este sitio, Ciudad Cuauhtémoc. Sobre Ecatepec.
YAHIR
Siempre hemos estado conscientes de que han entrado y salido malos gobiernos aquí en Ecatepec. No sé por qué la gente no se da cuenta. Hubo un tiempo que teníamos que tener el taller cerrado por el miedo a que te vayan a llegar los de la renta [la delincuencia que cobra «derecho de piso»]. Eso no tiene mucho, tendrá unos dos años. Hay muchas cosas que están mal aquí en Ecatepec.
JESÚS
Ha habido una cosa que he aprendido ahorita que he salido del país. Hace dos meses fui a Brasil y tuve una junta con los directivos de cultura de Sao Paulo, Porto Alegre y alrededores, y la directora general de cultura dijo que alrededor del mundo la cultura era una pérdida de tiempo, pero que para ellos era una inversión para la comunidad. Tanto como para la gente: en vez de que pensara en robar pensara en salir a pintar o dar clases de guitarra o podar árboles… Otra ocasión que tuve que salir a Colombia: era muy inseguro pero gracias a la comunidad artística se ha deslindado de mucho narcotráfico, de delincuencia. La gente ya no piensa en salir a robar, la gente ya está pensando en hacer manualidades, en hacer su grupo… y eso es lo que falta aquí en México y en Ecatepec mucho más: hacer que la gente se interese por la cultura.
Jesús menciona que cuando gobernó el PRD el municipio [aclarando que no es afín a ningún partido] hicieron escuelas de música donde regalaban instrumentos entre otros materiales para desarrollar cualidades artísticas. Pero que cuando regresó el PRI al poder las quitó. Jesús conoce de cerca esta situación por conocidos que allí tomaban clases.
En las veces que he visitado Ciudad Cuauhtémoc para tocar con mi banda he percibido un público mayoritariamente joven que gusta de los géneros rebeldes como el rock y el metal. A pesar del entorno precario, nunca hemos tenido un problema cuando se arman tocadas y al contrario, el ambiente tiene un toque de familiaridad y respeto inauditos a veces en otros sitios del propio municipio o de la Ciudad de México. Al respecto les pregunto a los hermanos, si acaso ellos perciben que estos géneros son factores de cambio de mentalidad frente al entorno hostil. Yahir piensa que sí, que quizá a estos jóvenes les parece atractiva la idea de ser distintos, quizá más sanos, que al resto que disfrutan de otros géneros imperantes como la banda o el reguetón que, para él, reproducen en la vida cotidiana la cultura de la delincuencia o del narcotráfico. A pesar de su estridencia inherente, Yahir considera que el metal, al ser un género de estructuras quizá más complejas, enseña diferentes caras que dará al escucha un diferente sentir, una diferente expresión, la que caracteriza a cada uno de sus subgéneros [que, aunque estoy de acuerdo, tampoco están exentos, pienso, de reproducir comportamientos sociales nocivos, cercanos a la delincuencia o al narco]. Jesús está de acuerdo con su hermano. Y atribuye a la falta de cultura problemáticas mayores, las que albergan su entorno inmediato, la inseguridad, la violencia. Para él el metal, el rock, saca lo mejor de los individuos.
Así que regresamos a la música.
¿Qué es para ellos, qué les ha dejado?
JESÚS
Me ha dejado muchas cosas buenas. Dinero no me ha dejado. Pero anécdotas me ha dejado muchas, y experiencias. He salido del país varias veces [antes le comentaba que vi unas fotos suyas con los Rebel Cats en Nueva York; justo hoy cumplió cuatro años con ellos; llegó a tocar con ellos gracias su banda Los Tormenta, con quienes tocaba surf; con los Cats es que ha aprendido a tocar otros instrumentos, incluido el violín]. Conocer a personas que yo nunca pensé que iba a llegar a conocer. Personas que desde chico se me hicieron muy grandes hoy son mis amigos [menciona a Álex Otaola, por ejemplo].
YAHIR
Uno como metalero tiene la gran satisfacción de salir de gira a otros países, grabar discos. Hay quien todavía está en el alucín del estrellato. Salir a provincia con los gastos pagados, pocas bandas tienen ese privilegio. Tocar con bandas extranjeras [con Light of Dark lo hizo]: le abrimos a Malevolent Creation, Incantation, Cephalic Carnage, Decapitated, Amon Amarth, Severe Torture…
De ahí se desatan algunas anécdotas. Como cuando Yahir echó un palomazo en el Circo Volador, casi por accidente, con el ahora difunto baterista de Decapitated, Vitek. Las aguas locas que se bebió con Severe Torture. La experiencia que Jesús tuvo del metal pero sin tocar metal: en Colombia, en el festival Rock al Parque; en un lobby de cierto hotel conoció a miembros de Cannibal Corpse, de Simphony X, de Havok y hasta de Massacre, los colombianos. Cómo cotorreó con ellos cuando él estaba ahí por tocar rockabilly, en otro sitio del mundo, siendo que aquí toca metal con su banda local. Para ambos hermanos, sin embargo, es lo mismo tocar en las fiestas que aquí se organizan que en grandes escenarios. Lo importante para ellos es tocar. Es más, me dicen, la han pasado mejor tocando aquí, entre amigos, con pocas personas, que en cualquier otro lado.
Texto publicado originalmente en Kaja Negra.
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