Ante las autoridades mexicanas, la Legión de Cristo se presenta como una organización religiosa pobre, pues sólo tiene registrada a su nombre una capilla en el lote 11, manzana 13, de Lomas Anáhuac.
Pero en realidad es una congregación multimillonaria.
Su poderío económico es tan enorme que sólo el dinero que recibe vía donativos es suficiente —y hasta le sobra— para subsidiar la operación del Estado Vaticano: los ingresos anuales de las organizaciones de raíz legionaria equivalen a más de tres veces el presupuesto anual de 300 millones de dólares del que dispone el papa Francisco para el sostenimiento de la sede mundial de la Iglesia católica.
Los legionarios son dueños de cientos de inmuebles en México que han adquirido a través de sociedades creadas en conjunto con laicos consagrados y con padres de familia de sus colegios. Ninguna finca está a nombre de la Legión, para evitar que el gobierno o el Vaticano interfieran en sus multimillonarios bienes.
Éstas son sólo unas líneas de la presentación del libro El imperio financiero de los Legionarios de Cristo que Raúl Olmos publicó en Grijalbo a finales del año pasado. Representan no sólo una parte del preámbulo de una investigación periodística que busca hallar luz entre oscuros negocios eclesiásticos, sino que resumen, del algún modo, de qué va este libro y qué es lo que nos depara al leerlo.
Olmos escribe:
Es tiempo de saber, de conocer todos los secretos que Marcial Maciel y sus vasallos resguardaron. Y sólo con información se puede influir para cambiar el estado de las cosas. Esta investigación periodística es sólo un acercamiento a la compleja maraña de nombres y razones sociales que ocultan la verdadera dimensión de la fortuna de la Legión. Es apenas un asomo al poderío económico de sus cientos de empresas y organizaciones filiales. Pero aspira a ser una aportación que ayude a transparentar sus finanzas.
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Sentado en la mesa junto a Bernardo Barranco [maestro en sociología del catolicismo contemporáneo] y Enrique Calderón [editor del sello Debate], Raúl Olmos expone a las personas que están en el auditorio Bernardo Quintana, en la Feria del libro de Minería, de qué va El imperio financiero de los Legionarios de Cristo. En una charla cuyo eje de pronto vira hacia la reciente visita del papa Francisco a México, Olmos dice, con su tono de voz pausado, cuidadoso, que el tema del enriquecimiento ilícito de esta congregación religiosa ha sido relegado por el impacto que causó la pederastia de su fundador, Marcial Maciel Degollado. Que este libro, sobretodo, aborda el tema de la corrupción en las instituciones religiosas; agrega que el Vaticano no ha desmembrado ni investigado a fondo a la congregación porque no le conviene hacerlo: económicamente son una fuente inagotable de ingresos.
El nombre de esta mesa redonda es «Religión: entre lo sacro y lo profano». Bernardo Barranco, quien está ahí para hablar sobre su libro, Las batallas del Estado laico, inicia su discurso aportando la siguiente idea frente a lo que Olmos plantea en su investigación periodística: la iglesia hoy sufre una crisis de identidad. Se ha vuelto una empresa religiosa que está del lado de los ricos, no del prójimo. En adelante Barranco se adentra en el tema del papa lanzando una pregunta al auditorio: ¿Repercutirán las palabras de Francisco entre los mexicanos? Barranco piensa que el sumo pontífice pudo ser mucho más explícito en sus señalamientos sobre temas que tanto duelen a un país tan herido como el nuestro, por ejemplo, el tema de los 43 de Iguala. Barranco aprovecha para hablar sobre el concepto de laicidad que aborda en su libro: «La clase política es la que está faltando al Estado laico», dice y establece una comparación: es como en la edad media, donde el presidente no necesitaba del pueblo, sino de Dios, para gobernar. Las personas asienten con ligeros murmullos. El análisis de Barranco continúa: cuando Francisco se refiere al Demonio en su discurso, se refiere al Poder porque «habla con su lenguaje, es un lenguaje religioso».
Es el Poder el que ha herido a este país, no el Diablo.
Olmos escucha atento, paciente.
En la ronda de preguntas alguien cuestiona al periodista: ¿Cuál es la verdadera relación del Teletón con los legionarios? En breve responde, cauto, con claridad: la fundación México Unido, que incluye programas sociales como Un kilo de ayuda, de Fernando Landeros, presidente del Teletón, es de raíz legionaria. Así lo cuenta Olmos en emeequis y en el libro que hoy ha venido a presentar: el Teletón ha generado muchas más ganancias de las que reporta en la televisión. Ganancias para los legionarios y sus empresas. Como tal una maraña interminable de nombres, datos, cifras, fechas, que Raúl Olmos tuvo que procesar y poner en orden. Una labor ardua que requirió un extenuante trabajo de edición durante más de un año. Rigor y paciencia caracterizaron a Olmos durante ese tiempo.
Pero, ¿qué fue lo que lo motivó a emprender esta investigación?
—Hay dos actividades en las que regularmente me he dedicado en el periodismo: uno, los temas de corrupción, investigación, vigilancia del gasto público en el gobierno, que implica corrupción necesariamente; y segundo, el periodismo de negocios, la cuestión empresarial, etcétera. Ésas son dos cosas que siempre me han fascinado. Entonces veía que siempre hablaban de los Legionarios de Cristo, de los Millonarios de Cristo. Platicando con el director de emeequis, Nacho Rodríguez Reyna, surgió la idea de hacer un reportaje sobre el soporte económico de la Legión de Cristo; ya no el tema de la pederastia clerical porque eso estaba muy sobado, ya no el tema de la doble vida de Marcial Maciel porque de eso ya se había dicho bastante, sino qué hay detrás de esta congregación, cuál es su poder económico y cómo es que lo ha concretado. Entonces un poco la hipótesis de trabajo era saber si al igual que en su vida Marcial Maciel había operado con doble o triple rostro, si eso mismo lo había llevado a la Legión de Cristo. Digamos que existía la sospecha de que así como operaba él en su vida, así seguramente había operado al momento de crear esa gran estructura. Eso me animó a hacerlo.
Conversamos en un restaurante cerca de la feria. Ésta es una más de las varias entrevistas que el reportero ha dado para hablar de su trabajo en este libro. La tarde ofrece sus últimos destellos. Entre el barullo de la gente que está sentada a nuestro alrededor, Olmos insiste en que su interés por los temas que siempre le han fascinado, los de corrupción y los de los dineros, lo llevaron a abordar este tema porque resultaba un reportaje apetecible. Me dice: «en la lectura de números se esconden muchas historias». Fue en 2013 que decidió emprender este riguroso trabajo de investigación que «detalla cómo durante décadas los legionarios forjaron estrechos vínculos con personajes clave del poder político, empresarial y mediático. Así, por medio de datos, fechas y nombres, desenmascara una red con intereses en ámbitos tan diversos que van desde las armas, la pornografía o los anticonceptivos […]», como consigna la contraportada.
—Se hizo una versión corta en julio del 2013, digo corta a pesar de que es uno de los reportajes más extensos que ha publicado emeequis; con corta me refiero a que después, cuando vino la investigación a fondo, fui encontrando más y más cosas. Esa primera parte llevó unos dos o tres meses elaborarse. No tenía tanta complicación porque la base de ese reportaje eran los reportes de donativos de las 60 organizaciones que en ese momento había identificado. Luego me di cuenta de que eran muchísimas más. La base del reportaje era la gran cantidad de donativos que recibía [la congregación].
La sospechas de Raúl Olmos se fueron confirmando conforme indagaba. ¿Pero en qué momento se dio cuenta de que no estaba equivocado?
—Hay un sacerdote que se llama Pablo Pérez Guajardo, él estuvo trabajando muchos años en la congregación, y platicando con él, me afirmaba y aseguraba que había un desvío de fondos en la Legión de Cristo, que incluso Maciel en alguna ocasión había ordenado invertir acciones en empresas de armas o de pornografía, entre otras cosas más que me contaba. Pero yo le decía, bueno, esos son tus dichos, pero yo quiero pruebas. Digamos que el gran reto del libro era probar documentalmente lo que él había dicho. Esa primera charla con el padre Pablo Pérez, y luego con otros sacerdotes, era sobre todo en búsqueda de pistas, más que de búsqueda de declaraciones; entonces a mí me interesaba publicar un libro de pruebas, de documentos, de datos concretos más que de dichos, porque ya se han hecho muchos de esos.
Formado en el periodismo de investigación, Olmos se abocó a buscar testimonios, gente que le aportara pistas y sobre todo conseguir las pruebas que necesitaba. Gran parte del libro está sustentada en documentos; incluso existe en el libro un apartado exclusivo en el que aparecen los más relevantes, además de un pliego de fotos que ilustra [y dimensiona] la información que ofrece el ganador del Premio Nacional de Periodismo 2009.
Sin embargo, Olmos no pretendía continuar con una investigación que pensaba concluida tras su publicación en emeequis.
—Para mi fue una sorpresa porque se publicó el reportaje y tuvo un buen impacto: Carmen Aristegui, en su noticiero matutino, me llamó por teléfono y me dijo «oye, es muy interesante, quiero que me des una entrevista». Fue una entrevista larga, de unos 20 minutos, y tuve la suerte de que una persona que escuchó la entrevista fue Ariel Rosales, quien de inmediato me contactó para hacerme la propuesta:«oye, está genial, es un ángulo que nunca se había trabajado, ¿te interesaría escribir un libro?» Claro que sí, le dije, llevará tiempo, llevará un proceso distinto al de una revista pero me encanta el reto.
Olmos sonríe. Es un hombre cauto, que piensa cada una de las palabras que va a decir. Es un hombre amable, apacible en su trato. Y sonriente. Hace muchos años que dejó la nota periodística atrás, la dinámica del diarismo. Hoy se dedica de lleno a los reportajes, al periodismo de investigación aunque en su panorama, hace tres años, no tuviera contemplado hacer un libro, terreno fértil para trabajos como el suyo, plataforma casi natural del periodismo de largo aliento. ¿Cómo fue que pudo dedicarse de lleno al periodismo que más le gustaba hacer?
—Tuve un golpe de suerte. Durante siete años me dediqué a dirigir un periódico, el AM de León. Eso me absorbía muchísimo, me metí a la rutina de coordinar gente, de planear la información, de cuidar la edición, etcétera. Era una dinámica muy absorbente. Dejé la dirección y surgió la posibilidad de crear una unidad de periodismo de investigación, algo rarísimo, porque las unidades de periodismo de investigación ya no existen, entonces el director le apostó todo y a mí me dio la tranquilidad del tiempo porque me empecé a dedicar a trabajos de largo aliento sin la presión cotidiana de la entrega o de la edición. Y eso fue lo mejor que me pudo haber pasado en la vida porque han sido tres años, casi cuatro, de estar dedicado solamente a elaborar reportajes.
Ese trabajo lo ha realizado en coordinación con un grupo de jóvenes periodistas, jóvenes que entraron a ese diario cuando eran estudiantes; recién egresados que se formaron de cero bajo el estilo de Olmos. Por ese tiempo que le brindó la unidad pudo dedicarse a realizar investigaciones como la que obtuvo el Nacional de Periodismo y que realizó al margen de labor periodística cotidiana. Para la investigación de los legionarios, simplemente, demoró dos años. ¿Y cómo trabajó toda esa información que recopiló?
—Fui ordenándolo en una especie de capítulos, aunque fuera solo en mi mente pero diciendo a ver: esto habla de empresas fantasma, lo separo aquí; esto habla de cómo se armó la estructura, un poco el desarrollo histórico, lo separo acá; esto habla de empresas en paraísos fiscales, aquí; fui separando lo documental de manera que a partir de los documentos se podían ir contando historias. Esa fue la parte que a mí más me costó trabajo porque estaba muy acostumbrado al diarismo y en él lo que se da es el dato duro inmediato, concreto; lo que aprendí fue que en los libros es un ritmo distinto, es contar las cosas de manera más amena, más digerible y entremezclando los datos duros.
Gran parte de la información que Raúl Olmos recolectó eran estados financieros, reportes de inversiones, actas constitutivas que supo leer, traducir y entender gracias a su experiencia previa en temas de corrupción empresarial, para así ofrecer esta información digerida a los lectores.
—Un acta constitutiva se va modificando al paso de los meses o de los años, un acta constitutiva original no necesariamente te puede delatar el estado actual de una empresa, tienes que hacer una revisión en el tiempo para ver si no hubo operaciones trascendentales.
Un trabajo que Raúl hizo solo: «lo fuerte del libro lo trabajé en mis vacaciones», me confiesa. Sin embargo, como él mismo me dice, el sacrificio valió la pena. En el libro el lector podrá encontrarse, sí, con la extensa investigación, con fotografías, con imágenes de los documentos, pero principalmente con una historia que de pronto adquiere el ritmo de un thriller; página tras página el lector se ve atrapado por algún dato revelador, por la forma en la que Olmos ha escrito cada uno de los doce episodios. Pese a tener una gran vastedad de nombres de empresas e individuos involucrados, el libro se deja leer de tal manera que uno desea saber más y más conforme se avanza en sus páginas. Y en momentos es inquietante, hasta aterrador.
No pocas veces, además, durante la lectura, me hice la siguiente pregunta: ¿cómo obtuvo tal o cual información?
—Hay varios documentos que son reservados, por ejemplo; unos no tienen porqué ser públicos al ser una congregación donde se reportan entre ellos; pero hay mucha información que sí es pública. Por ejemplo los donativos, uno puede obtener los estados financieros de las 160 instituciones vinculadas con los legionarios, que es lo que yo pedí. Pero hay otra que no es pública, por ejemplo, las inversiones. Eso no es público. Estados financieros internos que tampoco son públicos. Pero hay gente que tiene acceso, sacerdotes que ya no están, o que están pero que están inconformes, al menos; porque hay mucha gente que está inconforme y que su forma de contribuir para salvar la legión es hablar y decir: oye, aquí está esto, tiene que cambiar. Son fuentes combinadas que son públicas, como los estados financieros, las actas de las empresas públicas, lo del Teletón, por ejemplo, la última auditoría es pública, nadie se ha asomado, tuve buena suerte de que nadie se asomara; entonces es una combinación de lo que es público y de lo que conseguí platicando con las fuentes.
De tal modo que El imperio financiero de los Legionarios de Cristo es una investigación inédita. Sí, Olmos se encontró con artículos previos que hablaban, por ejemplo, del vínculo entre los legionarios y el Teletón, pero sin sustento. Nunca se había dicho, me dice, toda la relación de inmobiliarias que tenía la congregación; lo de las empresas en paraísos fiscales, de las cuales no había registro [un acta que pidió en Panamá, por ejemplo, era la primera vez que la solicitaban]. También hay cosas que se han dicho, me explica. Por ejemplo los sobornos sacros que Jason Berry documentó en su libro Las finanzas secretas de la Iglesia, pero que Olmos enriquece con un testimonio que confirma cómo es que se daban cheques dentro de la Legión. Pero un libro que abordara como tal la estructura económica de la congregación fundada por Maciel, no existía. ¿Que sintió Olmos al momento de saber que en sus manos tenía una investigación como esa?
—Es algo fabuloso. Como periodista cada vez que tienes un hallazgo es como un orgasmo interno. Es el gozo, el gusto de descubrir algo. Es una emoción compartida con los lectores.
—¿Nunca tuviste miedo?
—Sí, tenía miedo a que, como ha ocurrido con otros colegas, me fuera a quedar desempleado. Que llegaran a tocar [los legionarios] a la empresa donde trabajo y de alguna forma influyeran difamando o de plano reclamando. Ese era mi principal miedo. De agresiones, no.
Ésas las ha recibido en las redes sociales. Insultos, gente que se mete con su vida privada, con su familia. Cosas muy desagradables, me cuenta. Algo que no concordó con las expectativas que tenía al sacar el libro:
—Tenía una expectativa positiva, de que en la comunidad legionaria, me refiero tanto a los sacerdotes como a los consagrados, pero también los padres de familia de los colegios, tenía la confianza de que iba a cambiar su percepción de las cosas y que el libro podría ayudar a propiciar un cambio dentro de la congregación. No creo que se logre. Porque lo que he notado es que la gente está muy clavada con que lo que están haciendo está bien y que todas las observaciones o críticas que se hagan por fuera son con el afán de destruir, no de construir. Esa expectativa ya la descarté, ya me di cuenta de que eso no es posible, pero ahora tengo la expectativa de mostrarles a los jóvenes periodistas que se puede hacer periodismo de investigación de todos los temas que se te ocurran.
Raúl, quien se define como «católico no practicante» [y quien piensa que ese aspecto suyo no trastocó del todo esta investigación: «No, yo creo que reforzó mi postura sobre la religión. De que uno puede creer en Dios pero no necesariamente en la estructura de la Iglesia», dice], no pensó en que su investigación tendría un gran alcance. Sin embargo, ha tenido eco internacional. El propio Jason Berry escribió un artículo para hablar sobre el libro de Olmos.
—Que él le haya dedicado un artículo al libro ya le da un toque especial. Ya trascendió.
Desde que pude ver de cerca el libro de Olmos, me pareció que por sí misma la investigación era trascendente, y que quizá requiera un poco de tiempo para pegar con toda su fuerza. Le pregunto si pensó en publicarla en un diario y de haberlo pensado cuál cree que le habría dado cabida a su trabajo para tener una resonancia parecida a la que tuvo la investigación periodística sobre sacerdotes pederastas que recrea la película Spotlight. Me dice que Reforma [diario que lo entrevistó a través de su revista R]. Le digo que concuerdo y le pregunto si vio la película que acaba de ganar un Oscar [en ese momento sólo estaba nominada].
—Sí claro. Me emocioné mucho porque fuimos a verla los de la unidad de periodismo de investigación y todos salimos inspirados. Pero además con muchas coincidencias de lo que vimos ahí, porque mucho del método de trabajo que ellos seguían es el que uno regularmente sigue. Eso de consultar los directorios eclesiásticos es una de las tareas que hacemos los de la unidad; no específicamente los directorios, sino la tarea de empatar nombres, ésa es una dinámica constante que hacemos: si tenemos el nombre de un personaje lo que hacemos en cotejarlo en bases de datos para ver si existe o no existe. Digamos que aparte de inspirador fue muy emocionante darnos cuenta de que no estamos tan errados en nuestra metodología.
Le comento que a mi también me recordó mucho a su investigación.
Él me dice que aunque también se identificó, «Spotlight son palabras mayores».
Le digo que ambos, finalmente, son trabajos periodísticos que develan el lado oscuro de la religión. Así que aprovecho: ¿Qué piensa Raúl Olmos sobre la reciente visita del papa a México; es la religión tan poderosa como antes?
—Creo que ha ido reduciendo su feligresía, pero además ha ido reduciendo su poder e influencia aunque así no lo entiendan los hombres del poder: Enrique Peña Nieto y su familia estuvieron pegados como estampillas tratando de sacar la mayor raja política de la visita. Y creo que lo lograron porque estuvieron transmitiendo un mensaje de su cercanía con la máxima jerarquía de la iglesia católica, etcétera. Pero las clases más informadas no se tragaron el cuento, pero seguramente sí pegó ese afán de protagonismo y de sacar ventaja entre las clases populares. Aunque ha perdido su feligresía sigue siendo un factor de interés de manipular a las clases más pobres.
—¿Y cómo percibes al papa Francisco respecto a los legionarios?
—Antes de que se fuera, ya en el vuelo de regreso, [el papa] abordó el tema de los legionarios, un periodista le preguntó sobre esto y dijo «la Legión está semi intervenida» porque el vicario general lo nombra el papa, el superior lo nombra la congregación, dos consejeros los nombra el papa y dos consejeros los nombra la congregación. Lo que nunca dijo es que quien tiene el control de los dineros, el control económico, es el superior general y ese lo nombran los legionarios. Y el vicario general es solamente la figura espiritual, pastoral. Es una intervención tersa la que ha hecho el Vaticano, y no me refiero nada más al papa Francisco, sino desde Benedicto, que intervino a la Legión de Cristo, porque el cardenal Velasio de Paolis, que fue el interventor de la Legión, nunca desmanteló la estructura financiera, lo que hizo fue cambiar posiciones, pero la estructura sigue intacta. Y cuando llega Francisco la valida. Tan así que en octubre [de 2015] el papa Francisco le otorgó las indulgencias plenarias a la congregación, que es como una especie de perdón; pero además le aprobó las constituciones, que es aprobar sus reglas internas, no lo aprobaron los anteriores papas, lo aprobó Francisco, que es como una forma de palomearlos y decirles bien, adelante. Los críticos de la congregación esperaban que él interviniera para o desmantelar la congregación o refundarla. Y ninguna de las dos cosas ocurrió.
¿Y las cosas cambiarán? le pregunto a Olmos, quien desde la presentación en Minería lo dijo, con su tono analítico, pausado, didáctico: lo dudo mucho.
—El poder económico de la Legión es tan grande que cortar de tajo la congregación sería cortar un suministro de recursos para el Vaticano. Y de poder. Ahora que Francisco está negociando una serie de reformas internas en la Iglesia se ha topado con los grupos conservadores que le han puesto trabas, que le han puesto obstáculos. Uno de esos grandes grupos conservadores, poderosos, potentes, es la Legión de Cristo.
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La calle Sur 16 número 259, de la colonia Agrícola Oriental, es el domicilio registrado por al menos 28 empresas y sociedades ligadas a la Legión de Cristo. Sin embargo, en el sitio hay un local de venta de ropa llamado La Mariposa, que nada tiene que ver con la congregación religiosa. Pese a datos como este, Raúl Olmos no consiguió probar en su libro la complicidad entre la congregación y las autoridades para que algo así persista. La corrupción evidente que hay detrás. Especulamos un poco al respecto antes de concluir la charla, que se extiende hasta que el restaurante queda vacío. Le pregunto antes de acabar si acaso considera al periodismo un factor de cambio social. Me contesta con su tono amable, generoso, con el que iniciamos esta conversación:
—Tanto como hacer el cambio, no, pero sí influir a que se logre. A que empiecen a propiciarse cambios. Hacerlo todo, no. Que un reportaje que se publique vaya a hacer el cambio, lo veo muy difícil. En México los periódicos circulan poco, los libros también… Entonces no veo al periodismo como un factor total de cambio. Sí puede influir, y sobre todo puede influir en los grupos de decisión, en los más informados. Esas personas, que son las que toman las decisiones, si pueden influir a que cambien las cosas.
Entonces, ¿para qué hacer periodismo?, le pregunto. Pacientemente me contesta que justo para propiciar esas condiciones; me dice que los periodistas no debemos darnos por vencidos ante la adversidad, que nuestro deber es seguir haciendo nuestro trabajo. Una labor de terquedad. Y bajo esa premisa, y aprovechando las nuevas tecnologías, Raúl Olmos piensa darle continuidad a su reportaje: aquí está una parte en el libro, pero se puede revitalizar, me dice. Actualizarlo, si no en un libro, en una versión digital [algo que lleva un tiempo pensando] donde él, u otros periodistas, y hasta víctimas del caso, pudieran alimentarlo. Porque, dice, el reportaje sigue vivo.
Texto publicado originalmente en Kaja Negra.
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