Gritos desde la negra oscuridad (reloaded)

Para Carlos Bortoni

Tú tienes la culpa, Eusebio Ruvalcaba.
Donde estés ahora, en este momento que las palabras
caminan por si solas y parecen
negarte, yo te traigo hasta mí
te invoco y te conmino
a que me abras el pecho y extraigas
mi corazón
este oscuro corazón que late solo para ofrecerte
su sangre,
para amarte de rodillas
y hacer el amor con la madre que te parió.
Ruvalcaba
observa la noche y las mujeres que te esperan
justo donde tus pasos por fin digan ya.
Observa y descubre lo que existe ahí,
exactamente ahí
en el centro de la noche,
en el punto más lejano de la oscuridad.
Pero no te detengas más de la cuenta,
no confíes en nadie,
menos en un poeta que trata de seducirte,
de incrustarse en tu alma.
Te debo mucho
por eso mismo sería inmensamente feliz
destruyéndote
deteniéndote mientras otro te golpea.
Has dejado muchas y largas noches.
Páginas desafiantes de belleza,
en las que aún es posible percibir
tu execrable tufo.
Caídas, azoro, pudor, –nadie como tú ha escrito
tan elocuentemente del pudor–,
jirones de vida,
bares en los que campea el último trago.
Balzac habría besado tus labios –Mozart también.
Ruvalcaba, déjame terminar este vaso de ron
antes de correr a tu lado.
No me dejes solo.
No ahora.

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