Los Angustiados subimos al escenario justo a la hora en que nos citaron. Ya lo habíamos hecho antes, Pako y yo, estar juntos arriba de una tarima, solo que él en las voces y yo en la batería. (Tocando metal, la música que nos unió.) Desde luego ya habíamos conversado antes, muchas veces, en interminables noches amparadas por un negro ron. (Noches que, no sé si lamento, no podrán repetirse.) Subimos, pues, y acomodamos los micrófonos que tanto nos son familiares; una luz amarilla nos acarició el rostro, como cuando, luego de toda la madrugada bebiendo en un patio, se anuncia que pronto va a salir el sol. Los asistentes a la Feria del Libro Independiente de Tenochtitlan FLIT estaba en lo suyo: vendiendo, comprando, charlando, distraídos; las conversaciones sonaban más alto que nuestra voz en el amplificador. Sin embargo conseguimos su atención un momento, conforme charlamos; si Pako es una cosa sobre todo es un gran conversador. Y buen orador. Por lo que leímos: él su breve párrafo y yo la primera parte de un texto que empezó a hacerse largo. (Este.) Mejor me detuve y seguimos la conversación. La gente volvió a oírnos. Pako dijo que El sufrimiento de un hombre calvo era una de sus novelas breves favoritas. Le creí. Siempre le he creído. Y recordé el texto que escribió alguna vez sobre ese libro que nació el mismo día que yo y que tantas satisfacciones me ha dado (y que no deja de darme). Marsi, sentada entre el escaso público (y, a un lado de ella, Mariana, bióloga también), nos retrató. Se lo agradezco mucho pues ambos teníamos algunos años esperando este momento, que se esfumó tan pronto pasaron treinta minutos.

Fotos: Marcela Martínez.