He ahí al supuesto escritor, el día cinco frente a su computadora. Está tratando de escribir algo. Véanlo, lleva cinco días ahí, doce horas cada uno, y no le sale más que inmundicia. De pronto llora y de su llanto solo escurre mierda. Así que sale a pasear con sus tres perros, la única compañía que lo soporta, y camina y sale y ve por primera vez la luz de un atardecer desde que se encerró en su buhardilla, y ese atardecer le parece lo más hermoso que ha visto en su vida, y de repente siente una quietud, una calma que añoraba, a pesar de que la historia que está pretendiendo escribir no lo ha abandonado un segundo y no es calmada sino violenta, y en su mente se generan más posibilidades para ella, todas ellas infructuosas. Es que esa quietud le hace pensar que ese momento sería un buen momento para morir: el mejor para un individuo como él que es repugnante frente a toda esa belleza eterna-purpúrea-tornasol que está en el cielo y que por un momento también le recuerda a su abuelita muerta y a aquellos días en que el sol se ponía así cuando vivía con ella. Cuando vuelve a las tinieblas de su hogar se siente otro, un extraño en aquel sitio, y sin ganas de trabajar se mete entre las cobijas de su fría cama. Ahí se revuelca un buen rato, con aquel dolor de cabeza que lo ha estado perturbando tanto a últimas, y con más ideas para una historia que es incapaz de escribir. Y entonces, aterrado porque la vida es una gran patada en las bolas, luego de unos veinte años sin hacerlo, de su sucia boca emergen las siguientes palabras: Padre nuestro que estás en el cielo…, y al terminar de orar siente de nuevo una calma, ésta un poco distinta; su mirada se enclava en algún punto que quizá no había visto antes; se calma tanto que se preocupa y se toca el corazón, joder, estaré vivo o muerto, piensa, un paro cardiaco fulminante, por qué no, hasta lo agradecería, Dios, en serio, pero de pronto el terror se apodera de él y se levanta, tocándose el corazón, el cual va a mil por hora, recordándole que no es ningún afortunado… y que tiene que terminar su escrito.
Deja una respuesta