Pinacatl, escarabajo negro

Apareció una mañana por la casa, con su caminar parsimonioso y confianzudo, como si fuera rapeando, me dije, aunque la mera neta no sé decir precisamente cómo era aquel movimiento, que más bien semejaba karatazos. Pinacatl, escarabajo negro, avanzaba a su ritmo por aquella habitación y casi casi lo piso del susto y él (¿ella?) ni enterado. Dicen que al hacerlo (al aplastarlo) huele gacho, como a vinagre, pero yo no tenía idea de que era eso, un pinacate (me enteré después) y mi intención no era matarlo (aunque terminé haciéndolo). Utilicé el transportador de insectos que tengo en casa: un tubo de cartón cualquiera, de los que aparecen cuando se termina el papel de baño, y tras un par de intentos, porque no quería subirse, logré sacarlo al patio (delantero). En cuanto tocó el piso volvió a su paso cansino y alegre. Sonreí al verlo. Pero como que el sol estaba perro, así que lo subí de nuevo a la nave, y lo llevé a la sombrita, junto a una barda alta. Supuse que ahí estaría a salvo al verlo andar, amigable, al pie de esa pared, por lo que entré a la casa, seguí en lo que estaba antes de encontrármelo en aquel cuarto, y me asomé por la ventana luego de unos minutos para ver si por casualidad ahí seguía y ahí seguía: lo vi a lo lejos. Pero vi cómo, de pronto, cayó panza arriba y se quedó así, agitando las patas al cielo. Orita se endereza solo, pensé, iluso, pues cuando salí al patio, quizá una hora después, para atender al vendedor de clarasol, eché un vistazo por el patio a ver si me encontraba al bicho negro. Y sí, ahí estaba, todavía con la panza apuntando al sol que ya lo había calcinado, dejándolo inmóvil, tieso. Sentí un jaloneo en el corazón. Me dije: chance y está fingiendo (para no morir en mis –feas– manos). Pero, me dije también, hacía un rato no había fingido, al contrario, no necesitó hacerlo. Así que lo tanteé con un dedo y nomás no se movió. El del clarasol me preguntó si todo estaba bien cuando me vio ahí arrodillado, en silencio. Sí, le dije, todo bien, conforme miraba la belleza de aquel cuerpo muerto, oscuro, entre grises piedras y cemento.

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