«Solo tengo esto», dijo
la chava del minisúper y señaló
hacia donde unos lambruscos. Yo iba
en búsqueda de vino tinto, afuera
un perro atropellado yacía
a la orilla del camino, su sangre
negra y sólida
escurrió hasta donde una doña vendía pepitas, tanto ella
como yo, como la chava que atendía el minisúper
llevábamos puesto el cubrebocas, «¿Recomiendas alguno?»,
le pregunté, nomás por malora, ella sonrió, me dijo «No, amigo,
no recomiendo ninguno, ¿se te antoja otra cosa?».
Pensé en mil cosas, la mera neta, así que opté por irme, mejor,
luego de decirle: «No, muchas gracias, ya veré cómo celebro»,
«¿Qué celebras?», interrumpió mi despedida, sonriente,
qué sonrisa, pensé, tan verdadera; le contestaré
con una mentira:
«Que todos moriremos
muy pronto», y ella contestó, la sonrisa
todavía en su boca:
«No cantes victoria, amigo, aún quedaremos
nosotros dos».
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