Después del amor
todo desaparece,
no quedan vestigios
de lo que alguna vez fueron
las personas que amaron
con ese amor.
Después del amor (ya sea que construya
o destruya, da igual, porque el amor
todo lo puede),
es inminente que las cosas cambien
que nada sea lo mismo;
que lo mismo darán todas las cosas
que no sean ese amor.
Después del amor
cualquiera puede
derrumbarse
bajo toneladas de pinches
sinsentidos
–o de más amor;
diez mil copas de sangre
derramada
como agua que se transformase
en vin
agre.
Después del amor
no viene el odio, porque el odio es
el otro rostro, el rostro oculto
de aquel amor; porque el amor
no solo es amar, y qué es amar, me pregunto, quién se atreve
a definirlo; al amor, no seré yo
quien lo defina, no serán
estas –desagradables– líneas,
ni serás tú, ni será nadie
que no sea ese mismo amor
que algunos cuantos, pocos
–quizá muchos, muchísimos
habrán sobrevivido.
Deja una respuesta