No conoces la belleza si no has visto
el agua encharcada que debajo
de las llantas del Mexibús se atraviesa.
Es el mismo movimiento de las olas
de cualquier mar que hay en el mundo;
el agua dondequiera es agua
y bajo el sol del mediodía un charco ondea
igual que el océano en medio de la nada
-y de la tormenta.
Igual que las lágrimas que lloran
los niños cuando los golpean.
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