Toda obra de arte es producto de la imaginación humana

Por Bret Easton Ellis*

(…) también es verdad que nunca llegué a ofenderme porque entendía que toda obra de arte es producto de la imaginación humana, creado, como todo lo demás, por individuos falibles e imperfectos. Ya fuera la brutalidad de Sade, el antisemitismo de Céline, la misoginia de Mailer o el gusto por las menores de Polanski, siempre fui capaz de separar la obra de arte de su creador y examinarla y apreciarla (o no) con criterios estéticos. Antes del horrible auge de la ‘identificación’ -la inclusión de todo el mundo en la misma mentalidad, la supuesta seguridad de la opinión masiva, la ideología que propone que todos deberíamos estar de acuerdo en lo mismo, en ‘lo mejor’- recuerdo intensamente no querer lo que nuestra cultura exigía en aquel momento. En lugar de aspirar al respeto y la simpatía, la inclusión y la seguridad, la decencia y la necesidad de gustar, mi objetivo era enfrentarme a las cosas. (El hecho de que yo provenga de un de un entorno ‘convencional’, aunque en muchos sentidos no lo fue, supongo que pudo incentivar mi deseo de ver el lado oscuro de las cosas.) La letanía del qué quería yo. Retos. No vivir en la seguridad de mi pequeña bola de cristal, a salvo en lo familiar y rodeado por todo aquello que me hacía sentir cómodo y mimado. Ponerme en la piel del otro y descubrir cómo veían el mundo los demás, en especial si se trataba de marginados y monstruos y engendros que me alejaran lo más posible de mi supuesta zona de confort, porque intuía en mi mismo a ese marginado, ese monstruo, ese engendro. Anhelaba una sacudida. Adoraba la ambigüedad. Quería cambiar la idea sobre lo que fuese, en el fondo sobre todo. Quería que el arte me molestara y me dañara. Quería sentirme arrollado por la crueldad con la que veían el mundo otros, ya fueran Shakespeare o Scorsese, Joan Didion o Dennis Cooper. Y todo ello me marcó profundamente. Me enseñó empatía. Me ayudó a comprender que existía un mundo distinto del mío, con otros puntos de vista y otros orígenes y otras propensiones, y no tengo duda de que eso me ayudó a convertirme en adulto. Me alejó del narcisismo de la niñez para encaminarme hacia los misterios del mundo, lo inexplicable, el tabú, el otro. Y me acercó a un lugar de entendimiento y aceptación.


*Fragmento tomado de su libro Blanco.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

A %d blogueros les gusta esto: