El sufrimiento de un hombre calvo en Pilares

Dicen que tienes cinco minutos. Cinco, no más, para vender una idea. Para vender una idea, por ejemplo, de un guion a un famoso productor de cine. Para interesarlo. Para seducirlo. De ser posible, esos cinco minutos deben transcurrir en un elevador. Y, de ser posible, tienen que estar solos, el productor y tú, para que te escuche bien. Supongo que deben ser muchos pisos para que el trayecto dure cinco minutos… o, mejor aún, que el elevador se descomponga: ese sería el escenario ideal. En fin, que la cosa es captar la atención. Así que les pedí cinco minutos. Ya se iban (acababan de ver un cacho de una película que no he visto. La profesora de literatura -alegre, sonriente; me recordó a la esbozada por Roald Dahl-, les habló de libros que he leído). Amables, aceptaron y volvieron a sus asientos. Esos cinco minutos se volvieron quince, veinte, veinticinco… Ya empezaban a guardar sus cosas, a mover las piernas. Procuré hablarles -rápido- del porqué estaba ahí i(nte)rrumpiendo en sus vidas. Sonrieron. Infringiendo la ley, les mostré mi mercancía. Les hablé de la difícil, pero alegre vida de un escritor. Volvieron a sonreír. Me disculpé por usar al mismo tiempo gorra y camisa. Un señor, que a su vez llevaba gorra (y camiseta), me dijo: No se preocupe. Luego una señora me preguntó si mi trabajo era igual que el de Benedetti o el de Rulfo. Le dije que en especial como el del segundo (y advertí mi blasfemia). Les hablé de mi formación, de mis maestros. La misma señora, lectora voraz, me habló de sus nulas intenciones como escritora. Le pedí amablemente que no me contara su vida o se la robaría. Reímos de nuevo. Infringiendo la ley, adquirieron mi mercancía. Les agradecí mucho eso y especialmente su valioso tiempo. Cada quien se fue a continuar su día. Nosotros, la fotógrafa y yo, nos fuimos a ver a la Sinfónica de Minería en un evento privado. Por la noche bebimos vino. Antes, comimos deliciosos churros y, a decir de ella, muy segura de sí con la boca embarrada de bbq, las mejores costillas que había probado en su vida.

Fotos: Marcela Martínez.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Crea un sitio web o blog en WordPress.com

A %d blogueros les gusta esto: